El arbolado urbano ya no muestra sus ramas desnudas, porque una pincelada de la naturaleza viva le puso colores a su antojo y como todo lo hace bien, la ciudad aparece con tonalidades que recrean la vista para que podamos apreciar aún más el lugar en el que vivimos.
Los colores y los olores de cada flor, se constituyen en símbolos de identidad bellvillense por ser únicos y especiales, en cuanto a su combinación perfecta.
Ese renacer que nos da la primavera cada año, se muestra más reluciente cuando el sol borra toda oscuridad, mostrándonos un nuevo empezar cargado de esperanza y fe, además de empujarnos a descubrir más y más colores de la ciudad.
También se alargan los días para que tengamos más tiempo de presenciar este espectáculo que se nos presenta ante nuestros ojos y despertándonos una “colormanía”.
De allí que la naturaleza también nos hace un llamado para ser cada día más responsables del cuidado del medio ambiente, pensando siempre en nuestras generaciones que nos sucederán, en dejar un mundo mejor al que hemos recibido.
